Trabajos por talleristas

Taller temático virtual (Abril 2020)

-Puedes acceder a las conferencias de 'La dualidad de las sirenas' solicitando los enlaces al email: mimpizar@gmail.com

Adjunto algunas piezas de los talleristas de esta sesión:

 
Coral Aleman

Jorge Blanco


Jimena

Arleen Cruz


Escritos por Isabel Mancebo para La dualidad de las sirenas (2020):


Autorretrato con cola de pez 

Isabel M. Mancebo

 

Escucho cómo a través del micrófono me dices que te encanta mi sonrisa, grande y sincera, imparable dices. Hoy descubrí que cuando me ves en la pantalla te fijas en mis pechos debajo de la camiseta. Puedes adivinar y adivinas que todavía están en su sitio y puede que imagines si son tersos o duros, pero hasta ahí nos dan los píxeles.  Yo me pregunto si ya te diste cuenta de que tengo el ojo derecho más cerrado que el izquierdo o el izquierdo más abierto que el derecho, nunca sé cómo es. Y creo que no te molestaría el rollito de carne que rodea mi cintura y se desborda levemente sobre el comienzo de mi cola de pez, porque es más cantidad de esto que soy yo y eso siempre suma.

 

Uno de estos días te dejaré ver lo que hay debajo de la cámara. Y con suerte otro de estos días te dejare sentir las escamas, plateadas y levemente irregulares que bajan en orden desde el lugar donde estarían mis caderas. Van dibujando unos muslos fantasmas hasta lo que serian mis rodillas si yo fuera como tú, que no lo soy; pero eso ya lo estás entendiendo.  Al final de mi cuerpo las escamas ahora duras descienden más apretaditas y se acaban agolpando, así, a borbotones, como una cascada espumosa pero rugosa y cortante, no se si me sigues, hasta desembocar en mi aleta, grande y oscura, que se abre a los lados cayendo como dos hojas de palma húmedas y lánguidas, golpeadas por una noche de tormenta e iluminadas ahora por la luna llena. Puedo mover la aleta arriba y abajo como hacen las focas, seguro que sabes cómo te digo, pero poco más, no es una articulación como la que tengo en las muñecas o en los codos, es otra cosa.  Calculo que si fuera humana calzaría por lo menos un 10.5 de mujer, pero también calculo que si fuera humana probablemente a ti no te gustaría ni la mitad de lo que te gusto ahora. 


Me va a matar

Isabel M. Mancebo

 

 

Esto pasó de verdad, o puede que lo soñara, estoy casi segura de que pasó de verdad. Era de madrugada, era verano y era en un barrio de Buenos Aires con un nombre que siempre me gustó mucho. Un lugar que nunca quiso destacar entre los otros espacios más flasheros de la ciudad que se erigían en tangos y milongas como dignos representantes de la melancolía porteña. Floresta era el lugar y nosotros los cuerpos. 

 

Por instantes a él se le escapaba una mirada intensa y pura y no la podía tapar con nada porque estaba completamente desnudo. Yo  entendía que estaba buscando una manera de transmitirme tanto, todo, eso. El porro obviamente tenía mucho que ver pero también había algo más allá. Me pareció percibir una chispa minúscula al fondo de sus infinitos ojos turcos. Quise creer que era el nacimiento de la fascinación que desde el principio de los tiempos casi siempre ha surgido como confusión y después muta o no, eso nunca lo puede saber uno. “Vos sos una sirena” me dijo y giró un poco la cabeza como un cachorro curioso que está aprendiendo, yo leía claramente en su frente “me va a matar”. 

 

Sentí como mi esencia de agua y sal recién adquirida chocaba brutalmente con su carácter de chico nacido y criado en una ciudad gris, donde la gente tiraba con rifles desde lo alto de edificios cuadrados.  Le abracé, empezó a llover, yo pensaba en el fondo del mar y en naufragios y él dijo “Buenos Aires siempre le dio la espalda al río” y ahí se quedó dormido.

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